miércoles, 29 de enero de 2014

Quince excusas para no comprar libros para niños

Quince excusas para no comprar libros para niños

Cuando se acude a ferias de libros, uno, como autor, entra en contacto con padres de familia. Después de varios años de observar su comportamiento y actitud hacia los libros, me he dado cuenta de que, aunque hay papás de todo tipo, algunos se pueden reunir en grupos (unos grandes y otros pequeños) con características más o menos similares. Estos son algunos de los que he observado a través de los años.
Hay padres que llegan solos (sin sus hijos), se acercan a los estantes, con cariño toman los libros infantiles entre las manos, los hojean y, después de pensar un poco, deciden cuál o cuáles van a comprar. Una vez que se alejan, a veces me quedo con la sensación de que adquieren los libros para ellos mismos y me pregunto si se los prestarán a sus hijos.
Esto produce adultos contentos que, a veces, y por el qué dirán, leen estos libros a hurtadillas de otros adultos. Me divierte imaginar que sus hijos, de manera sigilosa, los extraen de los  estantes sin que sus padres los vean y, debajo de las mantas, los leen a hurtadillas de ellos.
Hay otros que escogen los libros que ellos creen que los pequeños deben leer, imponiendo su selección y en ocasiones llegando a discutir acaloradamente con ellos: ––No, hija, ese libro tiene demasiados dibujos. Tú ya eres grande, tienes seis años y debes leer algo con puras letras. Sí, ya sé que ese te gusta más pero mira, aquí está uno muy gordo, muy barato y te va a durar más. Y no me importa que llores porque este es el que vamos a comprar.
Esto generalmente produce niños reacios a la lectura así como libros no leídos y abandonados en algún oscuro rincón de la casa.
Hay otros padres que permiten que sus hijos escojan libremente lo que quieren comprar, guiándolos con la ayuda de un asesor o promotor, para así hacer una selección adecuada, una que toma en cuenta la edad, la madurez y los gustos del lector: ––¿Hijo, ese cuento es el que quieres? Se ve maravilloso, claro que te lo compro. ¿Ya escogiste otro? Ándale, ve a escoger más para que te lleves dos o tres.
Esto, felizmente, produce buenos lectores que se meten de lleno en las historias y estantes de muchos libros tanto de narrativa como de divulgación.
Luego hay gente de escasos recursos que, convencidos de los beneficios de la lectura y amantes de los libros, ahorran dinero poco a poco para que, el día que visiten la feria, puedan comprar siquiera un libro muy bien escogido para sus hijos.
Esto produce lectores contentos que atesoran los libros. Aunque sean pocos, han sido cuidadosamente seleccionados y viven en un lugar privilegiado de la casa. Han sido leídos montones de veces y compartidos entre toda la familia.
Y después están aquellos que ven a los libros de narrativa como cosas raras, especies de animales misteriosos, que no saben a cierta ciencia para qué sirven.
Durante varios años he coleccionado algunos de los pretextos que dan estos últimos, los que ni por equivocación compran un libro de ficción. Entre los más comunes y sin un orden especial, están los siguientes:
1.     Cuestan muy caro.
2.     Para qué quiero que se divierta mi hijo… mejor que lea un libro informativo para que, de paso, aprenda algo.
3.     Leer es perder el tiempo.
4.     Prefiero comprarle un juguete, aunque sea mucho más caro, porque siquiera lo usa más.
5.     No le gusta leer. Una vez le compré un libro que a mí me gusto y a ella no. Lo dejó botado por ahí y tuve que forzarla a leerlo. Por eso ya no le compro libros.
6.     Puede aprender cosas que a mí no me convienen.
7.     Se divierte igual viendo la televisión y no me cuesta nada.
8.     No tengo lugar para guardarlos en la casa. Además, se llenan de polvo y hay que limpiarlos.
9.     Los libros se rompen, se desgastan y se deshojan.
10.  ¿Un libro sin texto? ¿Para qué? No voy a comprar un libro de puros dibujitos y sin palabras.
11.  Si lee mucho, no juega con sus amigos.
12.  Se les acaban los ojos de tanto leer. ¡Imagínese! Tendría que comprarle anteojos…
13.  Cuando tenía un año le compré uno de esos libros pop-up y lo rompió en dos minutos. Por eso, aunque ya pasaron muchos años, temo que vaya a hacer lo mismo.
14.  ¡Uuuuy! Si viera cuántos clásicos le he comprado, de esos que yo tuve que leer en la escuela cuando era niña, y ni siquiera los quiso abrir. Más bien los usó para jugar. Ya sabe, construía torres y después los tiraba a pelotazos. ¿Para qué gasto comprando libros nuevos si estoy seguro que no los va a leer?
15.  ¿Para qué? Yo no leo y de todos modos me gano la vida.
Usted, ¿qué tipo de padre es?