lunes, 27 de abril de 2015

La tenue linea entre seleccionar y censurar/The Fine Line Between Selecting and Censoring

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La tenue línea entre seleccionar y censurar

Por Judy Goldman



El tema de la censura de los libros para niños y jóvenes es, sin duda, polémico. ¿Se debe o no se debe prohibir la lectura de algún libro? En ese caso, ¿quién tiene el derecho de hacerlo y quién no?

Cuando se habla de literatura infantil hay, por lo general, dos posturas. Una que la rechaza completamente pues cree que a los niños y jóvenes hay que exponerlos a una gran variedad de información para enseñarles a ser abiertos, imaginativos, respetuosos y críticos; y otra que está a favor de ella pues opina que los pequeños y no tan pequeños hay que protegerlos de las cosas “malas” de la vida según su particular criterio.

En Estados Unidos, donde existen muchas denuncias y casos documentados (a diferencia de México), la censura de libros para niños puede venir de cualquier posición dentro de un amplio espectro social y político, pero generalmente se debe a puntos de vista de la extrema derecha, donde es considerado ofensivo el material que va en contra de valores morales y religiosos; o de grupos liberales de izquierda, que buscan retirar o limitar el acceso a libros donde hay estereotipos sexuales y raciales que mantienen viva la intolerancia, pero haciéndolo de una manera tajante, sin explicaciones y, en ocasiones, sin tomar en cuenta la realidad social que, aunque no se justificaba, se vivía en la época en que se escribieron muchos libros considerados como clásicos. Esto, por ejemplo, es lo que pasa con Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain, uno de los libros más atacados de la historia por la forma en que se retrata a la gente de color.

En Estados Unidos hay libros que han sido retirados de las bibliotecas escolares o colocados en anaqueles de acceso restringido y sólo se permite que los lea el menor que tiene permiso de sus padres o tutores. Hay grupos de padres que, al querer involucrarse directamente en la educación de sus hijos, se sienten con el derecho de escoger cuál será el material de lectura de todos los niños que asisten a esa escuela. Algunos padres buscan prohibir la lectura de una obra pues creen que exponer al niño o jóven a una idea o conducta perturbadora le da permiso de hacer lo mismo. Por otro lado, quienes se oponen a la censura creen que los lectores juveniles pueden determinar por sí mismos si los comportamientos que encuentran en un libro son o no dignos de emulación. Estos adultos creen que  los menores aprenden a tomar decisiones basadas en los valores que los padres les enseñan y que, además, la censura coarta la libertad intelectual. Lo más importante es que ningún grupo o individuo tiene el derecho de imponer sus estándares morales o literarios a otros que no concuerdan con ellos.

El problema de la intolerancia no se resuelve prohibiendo un libro con estereotipos: es mejor leerlo para detectarlos y hablar de ellos abiertamente. Al prohibir, ocultar o limitar la lectura de una obra se atenta contra el libre flujo de ideas y, aunque circulen libros que a uno le pueden parecer terribles por su contenido, es preferible que no se difundan de manera clandestina pues resulta peor el daño que puedan ocasionar.

Las quejas y razones para prohibir un libro son muy diversas y van desde las absurdas hasta las que pueden parecer justas y razonables. Algunas denuncias no han pasado a más. Otras han logrado restringir el acceso a libros que un grupo minoritario considera no apto para mentes inocentes y maleables. En lo que se refiere a novelas contemporáneas para adolescentes, donde se llegan a tratar temas como las relaciones sexuales o la prevención de la drogadicción y el alcoholismo, algunos adultos intentan prohibirlos pues creen que permitir su lectura es dar licencia a los jóvenes para convertirse en “viciosos” sin tomar en cuenta que en estos libros pueden encontrar soluciones y respuestas a situaciones similares que les suceden en la vida real.

Entre los muchos cuentos o libros que en algún momento se han tratado de censurar en Estados Unidos están La bella durmiente (por ser violento), ¿Dónde está Wally? (por enseñar el pecho desnudo de una mujer), y Las brujas de Roald Dahl (por incitar a los niños a practicar la brujería). En un colegio se llegó al grado de exigirle a la bibliotecaria que le pintara calzones al niño desvestido del clásico de Maurice Sendak In the Night Kitchen y, en otra escuela, que dibujaran cobijas a las ilustraciones de unos bebés desnudos. A la lista se puede agregar Blanca Nieves (por inmoral pues vive con siete enanos) y los libros de Harry Potter (que han logrado que millones de niños que no leían se convirtieran en lectores) por encaminar a los niños hacia el satanismo, la brujería y la superchería. También hay obras que han sido vedadas porque en ellas se habla de la homosexualidad. Una de ellas es el libro álbum Tres con Tango, de Justin Richardson y Peter Parnell y con ilustraciones de Henry Cole. El libro narra cómo una pareja de pingüinos machos empollan un huevo y, al nacer Tango, forman una familia. La derecha lo atacó ––y lo sigue atacando–– por ser considerado un tema homosexual.*

Siempre habrá gente que encuentre material ofensivo en lo que lee y es casi imposible dar con un libro que guste a todos. Entonces, cabe preguntarse, ¿qué es mejor, producir nada más literatura esterilizada y color de rosa donde se trata de darles gusto a todos? No tiene nada de malo que los más pequeños lean este tipo de libros: es más, es recomendable, pues el final feliz les da seguridad y tranquilidad. Pero, al ir creciendo y madurando, ¿se puede mantener al lector en la ignorancia de temas de la vida real o conviene abrirle los ojos ante ellos ya que en la lectura puede encontrar posibles soluciones a problemas y situaciones afines? Y, lo más importante, ¿quién tiene derecho de seleccionar y censurar? En el seno de la familia, los padres son los únicos que lo tienen mientras sus hijos sean menores. Pero, ¿tienen derecho de imponer sus valores y gustos al resto de la gente con quien entran en contacto? En la escuela, ¿los directivos y maestros deben escoger el material de lectura según sus gustos o basados en el conocimiento de sus alumnos o escogerlos según pautas y criterios escolares o de acuerdo a lo que exigen los padres de familia? La escuela o grupo de padres, ¿tiene derecho de forzar una elección dentro y fuera de la institución? Al responder, téngase en cuenta que la línea entre seleccionar y censurar es muy tenue.

Los padres deben y tienen la responsabilidad de guiar a sus hijos y sólo a estos. Cuando se encuentra material que presenta estereotipos, ¿no es mejor hablar del tema para mostrar lo equivocado de esa postura y así no fomentarla en los niños? El maestro, a su vez, puede aprovechar estos temas para discutirlos de manera libre.

Con esto, se busca que los lectores juveniles se conviertan en individuos pensantes, creativos, imaginativos y críticos y no en lo contrario: personas pasivas que reciben todo sin cuestionamientos.



(*La American Library Association (ALA), que defiende el derecho a la libre lectura, tiene una extensa lista de libros que han sido atacados, por diversas razones, a través de los años. Entre ellos están El diario de Ann Frank; Annie on my Mind, de Nancy Garden; Un puente a Terabithia, de Katherine Patterson; El guardían entre el centeno de J. D. Salinger y la trilogía de Philip Pullman Sus materiales oscuros.  Se puede consultar en  http://www.ala.org/bbooks/ )



The Fine Line Between Selecting and Censoring

By Judy Goldman



Censorship is, indeed, a controversial theme. Should or shouldn't a book be prohibited? In that case, who has the right to do so and who doesn't?

            When speaking about books for young readers there are, generally, two sides. One rejects it completely, because it believes that kids and young adults should be exposed to a great variety of information which will teach them to be open, imaginative, respectful, and critical, and another that is in favor of it because it thinks that kids, no matter what their age, have to be protected from, according to their particular criteria, the "bad" things in life.

            In the US, where there are many documented complaints and cases (which is different from what happens in Mexico), censorship of kid's books can come from any position in a varied political and social spectrum but generally they are from either the extreme right, where anything that is perceived as being against religious or moral values has to be removed or prohibited; or from liberal left wing groups who wish to remove or limit access to books with racial and sexual stereotypes that keep intolerance alive but in an unequivocal way, with no explanations and, occasionally, without taking into consideration the social reality that, though it cannot be justified, was present in the time when many of the books now considered classics were written and published. This is, for instance, what happens with The Adventures of Huckleberry Finn, by Mark Twain, one of the most attacked books in history because of the way black people are portrayed in it.

            In the USA there are books that have been removed from school libraries and placed in restricted access shelves where only those who have permission from their parents or guardians can read them. There are groups of parents who, wishing to involve themselves directly in their children's education, feel that they have a right to decide what reading matter is good for all the kids in a school. Some parents look to prohibit the reading of a book because they feel that exposing a child or adolescent to a disturbing behavior that will give the reader permission to do the same. On the other hand, those who oppose censorship believe that young readers can determine, on their own, if the behavior they find in a book should or shouldn't be copied. These adults believe that youngsters must learn to make their own decisions based on the values taught to them by their parents and, also, that censorship limits intellectual freedom. What is most important is that no group or individual has the right to impose his or her moral or literary standards on others who think differently.

            Prohibiting a book with stereotypes will not solve the problem of intolerance: it is best to read it to detect and speak openly about them. Prohibiting, hiding, or limiting the reading of a book attempts against the free flow of ideas and, though there are books that can be terrible because of their content, it's preferable that they shouldn't circulate clandestinely since the damage they can cause will, most probably, be worse.

            The complaints and reasons for prohibiting a book are diverse and range from the absurd to those that appear just and reasonable. Some reports have not prospered. Others have managed to restrict free access to books that a minority consider not appropriate for innocent and pliable minds. In what refers to contemporary novels for young adults (YA), where subjects like sexual relationships and drug and alcohol addiction are treated, some adults try to prohibit them as they believe that reading them gives adolescents permission to turn into "immoral" persons without taking into consideration that, in these books, they can perhaps find solutions and/or answers to similar situations that they are experiencing in real life.

            Among the many books (and stories) that have been attacked in the USA are Sleeping Beauty (for being violent), Where's Wally? (for including a woman's naked breast), and The Witches, by Roald Dahl (for inciting kids to practice witchcraft). In a school, a group went to the extreme of demanding that a librarian draw underpants on the naked little boy who appears in Maurice Sendak's In the Night Kitchen and, in another school that blankets be drawn on the illustrations of some nude babies. You can also add to the list Snow White (for it being immoral because the princess lives with seven dwarfs), and the Harry Potter saga, which has created millions of readers, for steering children towards practicing Satanism and witchcraft. There are also books that have been prohibited because they talk about homosexuality. One of them is And Tango Makes Three, by Justin Richardson and Peter Parnell and illustrated by Henry Cole. The book tells how a pair of male penguins hatch an egg and, when Tango is born, form a family. The right attacked ––and continues to attack–– the book because it has a homosexual theme.*

            There will always be people who will find something offensive in what they read and it's almost impossible to find a book that everyone likes. So the next question is if it's better to produce only sterile and rose-colored literature where you try to please everyone? There is nothing wrong with letting the smallest ones read this type of books: in fact, it's recommendable since a happy ending gives them security and tranquility. But, as they grow and mature, should they be left in ignorance about true life themes or is it more convenient to open their eyes since, in reading about them, they can find possible solutions to problems and similar situations? And, more importantly, who has the right to selected and censor? Within a family, only the parents have that right while their children are minors. But, who has the right to impose their values and tastes on the rest of the people with whom they are in contact? In school, should the heads of school and teachers select reading materials according to their tastes and their knowledge of the students or according to standards and/or educational criteria or according to what parents demand? Does the school or group of parents have a right to force their choices inside and outside of the institution? Parents have the responsibility of guiding only their children. When they find material that presents stereotypes, isn't it better to talk about them to show that they are wrong in order for them not to be repeated? Teachers can, also, take advantage and talk about them openly. When responding, take into consideration that the line between selecting and censoring is very fine.

            With this, it is to be hoped that young readers will become individuals who think and are creative, imaginative and judicious and not the opposite: passive people who receive everything without questioning anything.

(*The American Library Association (ALA), that defends the right to free reading, has an extensive list of books that have been attacked, for different reasons, throughout the years. Among them are The Diary of a Young Girl, by Ann Frank; Annie on my Mind, by Nancy Garden, A Bridge to Terabithia, by Katherine Patterson, The Catcher in the Rye, by J.D. Salinger and Philip Pullman's His Dark Materials trilogy. The list can be consulted at http://www.ala.org/bbooks/)


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